"Si para suprimir del mundo una doctrina bastase con cerrar la boca a unos solo, eso sería facilísimo..., pero las cosas no van por ese camino..., porque sería necesario no sólo prohibir el libro de Copérnico y los de sus seguidores, sino toda la ciencia astronómica, e incluso más, prohibir a los hombres mirar al cielo."
Galileo

lunes, 14 de septiembre de 2009

miércoles, 2 de septiembre de 2009

Dialéctica

Y en esto precisamente estribaba la verdadera significación y el carácter revolucionario de la filosofía hegeliana: en que daba al traste para siempre con el carácter definitivo de todos los resultados del pensamiento y de la acción del hombre. En Hegel, la verdad que trataba de conocer la filosofía no era ya una colección de tesis dogmáticas fijas que, una vez encontradas, sólo haya que aprenderse de memoria; ahora, la verdad residía en el proceso mismo del conocer, en la larga trayectoria histórica de la ciencia, que, desde las etapas inferiores, se remonta a fases cada vez más altas de conocimiento, pero sin llegar jamás, por el descubrimiento de una llamada verdad absoluta, a un punto en que ya no pueda seguir avanzando, en que sólo le reste cruzarse de brazos y sentarse a admirar la verdad absoluta conquistada. Y lo mismo que en el terreno de la filosofía, en los demás campos del conocimiento y en el de la actuación práctica. La historia, al igual que el conocimiento, no puede encontrar jamás su remate definitivo en un estado ideal perfecto de la humanidad; una sociedad perfecta, un “Estado” perfecto, son cosas que sólo pueden existir en la imaginación; por el contrario: todos los estadios históricos que se suceden no son más que otras tantas fases transitorias en el proceso infinito de desarrollo de la sociedad humana, desde lo inferior a lo superior. Todas las fases son necesarias, y por tanto, legítimas para la época y para las condiciones que las engendran; pero todas caducan y pierden su razón de ser, al surgir condiciones nuevas y superiores, que van madurando poco a poco en su propio seno; tienen que ceder el paso a otra fase más alta, a la que también le llegará, en su día, la hora de caducar y perecer. Del mismo modo que la burguesía, por medio de la gran industria, la libre concurrencia y el mercado mundial, acaba prácticamente con todas las instituciones estables, consagradas por una venerable antigüedad, esta filosofía dialéctica acaba con todas las ideas de una verdad absoluta y definitiva y de estados absolutos de la humanidad, congruentes con aquélla. Ante esta filosofía, no existe nada definitivo, absoluto, consagrado; en todo pone de relieve lo que tiene de perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del devenir y del perecer, un ascenso sin fin de lo inferior a lo superior, cuyo mero reflejo en el cerebro pensante es esta misma filosofía. Cierto es que tiene también un lado conservador, en cuanto que reconoce la legitimidad de determinadas fases sociales y de conocimiento, para su época y bajo sus circunstancias; pero nada más. El conservadurismo de este modo de concebir es relativo; su carácter revolucionario es absoluto, es lo único absoluto que deja en pie”

Federico Engels
Ludwing Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana

“Lo único permanente en el mundo es el cambio”

El poema Loa de la dialéctica de Bertolt Brecht, parece hecho a propósito para la Colombia y el mundo de hoy, a pesar de ser escrito en la Alemania de 1932:

Con paso firme se pasea hoy la injusticia.

Los opresores se disponen a dominar otros diez mil años más.

La violencia garantiza: “Todo seguirá igual”.

No se oye otra voz que la de los dominadores,

y en el mercado grita la explotación: “Ahora es cuando empiezo”.

Y entre los oprimidos, muchos dicen ahora:

“Jamás se logrará lo que queremos”.

Quien aún esté vivo no diga “jamás”.

Lo firme no es firme.

Todo no seguirá igual.

Cuando hayan hablado los que dominan,

hablarán los dominados.

¿Quién puede atreverse a decir “jamás”?

¿De quién depende que siga la opresión? De nosotros.

¿De quién que se acabe? De nosotros también.

¡Que se levante aquel que está abatido!

¡Aquel que está perdido, que combata!

¿Quién podrá contener al que conoce su condición?

Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana

y el jamás se convierte en hoy mismo.


La dialéctica habla a favor de los oprimidos y aboga por el cambio. Pero no se limita a la esfera social sino que representa el triunfo de lo nuevo en todos los campos. Mirada sin prejuicios ni deformaciones, la dialéctica es la vida misma, el infinito proceso de cambio y transformación de todas las cosas, de aquellas que se ven a simple vista, de otras que entendemos gracias a la ciencia y de otras que todavía escapan a nuestro entendimiento.

Presentación

El grupo Galileo es una iniciativa en respuesta a la necesidad de difundir y defender el pensamiento científico y el espíritu crítico, no de una manera elitista sino para el común de la gente, y así hacer frente al fervoroso ataque contra el materialismo y la ciencia. Necesitamos un amplio movimiento que luche porque el mundo sea cabalmente conocido, que promueva eso, que luche militantemente contra el deseo de unos pocos de mantener a la mayoria sumida en la ignorancia. Te invitamos a probar un poco de escepticismo materialista, de dialectica materialista, de ciencia; a combatir el dogmatismo y todo tipo de idealismo; a abrir tu mente y explorar el mundo; a abrirle paso al debate acerca de cómo son las cosas, cómo podrían ser y cómo deberían ser.